El origen de los anillos de Saturno
De todas las imágenes planetarias que los cielos pueden ofrecer a un astrónomo aficionado, a ojo de telescopio, la de Saturno supera con creces a todas las demás. Dependiendo de la inclinación de los anillos con respecto a nuestra visual (cada 15 años los vemos de canto; es decir, que no los vemos), la imagen puede ser absolutamente maravillosa y parecerse mucho a esa bola con dos orejas, como la describió Galileo un día de 1610, poco después de la invención del telescopio astronómico. Y si a Galileo le debemos mucho (por todo), con Christian Huygens (1629-1695) no debemos ser menos generosos, pues a él le debemos casi tanto como al pisano. Y en las cosas de Saturno, mucho más. Un planeta, por cierto, que, además de destacar por su belleza, es menos denso que el agua, lo que significa que flotaría como una boya si pudiéramos arrojarlo a un inmenso mar del tamaño del Sistema Solar. No fue hasta 1655 cuando Huygens comprendió que aquella bola con orejas o aquellos tres planetas en uno,...