Oscar, Lucky, Flug y la mujer que olía el Parkinson.
Permitidme que hoy dejemos la Astronomía un poco de lado y os cuente unas historias interesantes a la vez que extrañas y curiosas, de esas que nos hacen pensar y veamos qué tiene que decir la ciencia al respecto, si es que tiene algo que decir.
OSCAR
La primera de las historias comenzó allá por el año 2007, en Providence, la capital del estado de Rhode Island, Estados Unidos. Viajamos a la costa Este, al norte de Nueva York. El lugar exacto al que nos dirigimos es el Centro de Cuidados y Rehabilitación Steere. Allí podemos encontrar personas que han sido diagnosticadas con diferentes patologías y enfermedades y que requieren el cuidado permanente de personal médico especialista en cada una de esas patologías.
En el tercer piso de esa residencia vive Oscar, el protagonista de nuestra historia. Es huraño y no le gusta nada interactuar con los residentes del lugar. Desde que llegó a la residencia, en 2005, su lugar favorito es la recepción del tercer piso. Y, aunque en la residencia hay seis más como él, dos en cada planta, Oscar es especial, sin duda. Puede moverse con total libertad por toda la planta y, aunque no interactúa con el resto de residentes si se los encuentra, por ejemplo, en los pasillos, sí que hace ciertas visitas en casos determinados a las respectivas habitaciones de algunos residentes.
En la habitación 310 se encuentra una de las enfermas de la residencia. Hay dos camas, una ocupada por la propia enferma, diagnosticada de demencia y, además, recientemente de cáncer; todo el mundo tiene claro que le queda poco para fallecer. En la otra cama precisamente se encuentra su hija, que ha decidido pasar junto a su madre sus últimos días. Cuando la enfermera abandonó la habitación, Oscar aprovechó para colarse dentro, subirse a la cama de la enferma, olfatear el aire y, finalmente, abandonar la habitación. Hoy no habría luto en la 310.
Oscar siguió su camino y esta vez se detuvo en la 313. La paciente que ocupaba la habitación estaba sola y dormía plácidamente. Oscar subió a la cama con ella, olfateó el aire y se tumbó a su lado. Poco después entró una enfermera para efectuar una revisión rutinaria pero, al ver a Oscar tumbado junto a la enferma, abandonó la habitación con cierta prisa y buscó en la ficha de la enferma los datos de sus contactos. Al poco de efectuar las llamadas, la habitación 313 fue ocupada por los distintos familiares de la enferma, que habían acudido rápidamente tras recibir el aviso. Al rato, llegó un sacerdote para dar la extrema unción. Oscar seguía acostado a los pies de la enferma. A la media hora, ésta falleció rodeada de sus hijos y nietos. Sin que nadie fuera consciente de ello, Oscar abandonó la habitación y se dirigió a la recepción de la enfermería, donde se subió al escritorio para pasar ahí el resto del día. Su jornada había terminado, lo que, a ojos de las enfermeras de la residencia significaba que ese día no fallecería nadie más en el Centro de Cuidados y Rehabilitación Steere.
Y es que, desde que fue adoptado en 2005 en la residencia, el extraño comportamiento de Oscar fue advertido primero por las enfermeras y luego por los médicos del centro: Oscar parecía predecir la muerte de los enfermos. Este hecho fue investigado por el médico David Dosa, geriatra al cargo del centro, que publicó los resultados de sus estudios en el New England Journal of Medicine, incluyendo en el trabajo las 25 muertes predichas por Oscar. La presencia de Oscar en la cama de un enfermo era indicativo de que éste estaba a punto de morir.
No podemos saber las razones exactas por las que Oscar era capaz de predecir los fallecimientos de los enfermos, pero sí que se barajan varias posibilidades para explicar esta curiosidad gatuna. El primer punto interesante es que Oscar no es nada sociable con los enfermos y únicamente interactúa con aquellos que van a fallecer. Pero es cierto que, al no haber realizado nunca un análisis científico del asunto, no se sabe, por ejemplo, cual es la tasa de éxito de Oscar: cuántas veces se ha quedado Oscar con algún enfermo que no falleciera, por ejemplo. Al no existir este dato, no se puede descartar que las predicciones de Oscar fueran realmente aleatorias.
Algunos especulan con que la habilidad de Oscar podría consistir en la detección de alguna molécula volátil producida por las células cuando éstas comienzan a morir. Si Oscar fuera capaz de detectar estas moléculas, podría se la señal de alerta.
Sin embargo, para otros investigadores, el talento de Oscar se reduce a que, cuando un paciente está a punto de fallecer, se mueve menos y, para Oscar, es más agradable compartir cama con él.
En cualquiera de los casos, las enfermeras de la residencia afirman que hasta su muerte, el 22 de febrero de 2022, Oscar había sido capaz de predecir el fallecimiento de cerca de 100 residentes del Centro de Cuidados y Rehabilitación Steere.
No tenemos forma de saber si Oscar podía o no predecir la muerte de un paciente, pero es una historia bastante interesante que ha generado artículos en publicaciones científicas como la New England Journal of Medicine.
Y sí: Oscar era un gato.
LUCKY Y FLOG
El uso de animales en la detección de ciertos olores es muy antiguo. Los romanos ya usaban cerdos para detectar trufas y hoy en día, son innumerables los perros que son entrenados para detectar olores, principalmente drogas y explosivos. Pero también se sabe que algunos perros tienen la capacidad de detectar los niveles de glucosa en sangre; esto permite que los perros alerten a sus dueños cuando estos niveles caen hasta el punto de llegar a la hipoglucemia.
En realidad, nunca se ha entendido exactamente cómo es posible que los perros capten estos cambios en el nivel de azúcar en sangre. En ese sentido y con la intención de averiguarlo, en 2016, un conjunto de científicos de la Universidad de Cambridge realizó un experimento consistente en analizar el aliento de ocho mujeres con diabetes tipo 1, mientras los niveles de azúcar en sangre bajaban de manera controlada hasta llegar a la hipoglucemia. Se trataba con esto de ver si había algún cambio en la composición de moléculas volátiles exhaladas por estas personas que tal vez pudieran ser detectadas por los perros.
Los científicos encontraron una molécula, el isopreno, que aumentaba significativamente su concentración durante la hipoglucemia. En algunos de los casos estudiados, la concentración de esta molécula en el aliento de las personas objeto del estudio llegó a ser más del doble de lo normal. Este cambio es demasiado leve para que lo detectemos los humanos, sin embargo, los perros sí que podían detectarlo ya que su olfato les permite detectar el equivalente a media cucharada de azúcar disuelta en el agua de una piscina olímpica.
Estas y otras investigaciones han llegado a la conclusión de que los perros pueden detectar también ciertos tipos de cáncer en el aliento de pacientes o en muestras de orina, con tasas de acierto de un 97%.
Al final, todos estos estudios tienen por objeto encontrar biomarcadores para que se puedan realizar estas detecciones en los laboratorios.
Ahora bien, de todos los perros entrenados para detectar olores, sin duda, los más famosos son Lucky y Flog, dos Labradores Retriever negros entrenados por el doctor Neil Powell para detectar discos de policarbonato. El policarbonato se usa en los discos de DVD, por lo que estos dos labradores se convirtieron de la noche a la mañana en detectores de DVDs piratas, llegando a desbaratar bandas organizadas en Asia. Los perros no pueden distinguir un DVD "bueno" de uno "pirata", pero sí que pueden detectar el olor de los discos. Entonces, si un contenedor de ropa, además de ropa lleva discos piratas, los perros detectan el olor dando la alarma. Fue tal el éxito de estos dos canes, que en marzo de 2006, las mafias de DVD de Malasia ofrecieron recompensas a quienes eliminaran a Lucky y a Flog.
JOY MILNE Y EL PARKINSON
La tercera y última de las historias nos lleva a hablar del olfato en los seres humanos que, aunque no tan desarrollado como los de los animales, también tiene su aquel. Una persona normal con los ojos vendados no debería tener ninguna dificultad para seguir el rastro del olor a chocolate, por ejemplo. Pero, si en vez de rastro de comida, que más o menos puede ser entendible, queremos buscar curiosidades, el caso de Joy Milne nos puede dejar perplejos por un lado y esperanzados por otro.
La primera vez que se vieron en el colegio, Joy y su futuro esposo, Les Milne, quedaron prendados uno del otro. Fue en un colegio de Escocia y lo primero en lo que Joy se fijó de su futuro marido fue en su olor. En sus propias palabras, el olor de Les le fascinó desde la primera vez que bailaron juntos. Era un olor, según ella, masculino y único. De hecho, para Joy, el olor de Les se convirtió en una seña característica de Les.
Pasaron los años y ambos fueron a la universidad. Les se convirtió en médico y Joy en enfermera, se casaron y tuvieron tres hijos. Su matrimonio tenía ciertos tintes de ser el matrimonio perfecto: Joy y Les se llevaban de maravilla y salvo las normales diferencias de opinión sobre algún que otro tema, nunca tuvieron problemas de ningún tipo y se llevaban muy bien entre ellos. Habían formado una familia con la que toda persona normal podría soñar alguna vez en su vida.
Sin embargo, a los diez años de casados, todo cambió. Según cuenta la propia Joy, un día Les llegó a casa y olía diferente. Ese olor masculino y especial había desaparecido y Les olía a levadura y a una mezcla entre vino pasado y ropa húmeda. En resumen, el olor especial de Les cambió a un olor muy desagradable. Como Les venía del hospital, Joy pensó que probablemente se tratara de algún olor del hospital, así que le pidió que se duchara. Pero no surtió efecto y el olor persistía. Para desgracia de Joy, no quedó sólo en aquel día, sino que pasaron semanas y meses y el olor continuaba allí: en Les. Incluso cada vez olía más.
Con el paso del tiempo, los roces en la pareja pasaron a ser la tónica general. Sobre todo porque Joy parecía ser la única persona que olía el desagradable olor de Les y Les era la única persona que lo emitía. Además, Joy comenzó a notar que no sólo el olor de su marido era lo que había cambiado. También él estaba sufriendo cambios sutiles, modificaciones de su comportamiento. Era como si la personalidad de su marido y su carácter hubieran cambiado, perdiendo incluso el sentido del humor y volviéndose una persona muy arisca.
La cosa en su conjunto fue a peor y cuando contaba con 40 años, Les había perdido todas las características que habían enamorado a Joy: su paciencia, su consideración, su bonomía, su buen carácter general... La gota que colmó el vaso tuvo lugar una noche cuando Joy despertó porque Les la estaba sacudiendo en la cama mientras le gritaba. Joy comprendió entonces que el comportamiento de su marido podría tener explicación si Les tuviera un tumor cerebral, algo que le afectaría causando todos esos cambios, así que ambos fueron a ver a un especialista. Tras la revisión, le diagnosticaron la enfermedad de Parkinson. Era el año 1995, Les tenía 45 y la vida de ambos cambió para siempre, con Les perdiendo poco a poco la capacidad de moverse, su trabajo y finalmente su vida social.
Fue entonces cuando, buscando consuelo, decidieron participar en un grupo de apoyo para personas diagnosticadas con Parkinson. Al llegar, según cuenta la propia Joy, entraron en la sala discretamente y, de repente, Joy sintió una bocanada del olor que descubrió en Les hacía ya muchos años. Toda la sala apestaba con el mismo olor. Fue un momento impresionante para Joy porque, al saber que las otras personas estaban diagnosticadas con Parkinson, era evidente que el olor a levadura y humedad tenía que ver con la enfermedad en sí. Joy se dió cuenta, además, que la intensidad del olor variaba con cada persona y fue realmente consciente de que el Parkinson tenía un olor característico y, lo que era casi tan importante, ella era capaz de olerlo. Además, Joy era muy consciente de que la primera vez que ella detectó ese olor en Les fue una década antes de que otros síntomas de la enfermedad comenzaran a manifestarse.
Siendo esto así, las posibilidades con respecto a la detección precoz de la enfermedad aumentaban, puesto que el olor se anticipaba en años a otros síntomas. Fue entonces cuando entró en escena el doctor Tilo Kunath, académico e investigador de la universidad de Edimburgo, en Escocia. En el año 2012, Kunath participó como voluntario en una serie de charlas relacionadas con el Parkinson. En una de ellas, al terminar y solicitar al público que hicieran sus preguntas, una mujer preguntó si era posible que los enfermos de Parkinson olieran distinto. Kunath no había escuchado nada semejante. La única relación que él conocía entre el olor y el Parkinson era que algunos enfermos diagnosticados con la enfermedad sentían que su olfato se deterioraba. Pero que ellos olieran diferente, no lo había escuchado jamás.
Varios meses después de aquello, Kunath leyó acerca de una investigación que demostraba que los perros podían oler el cáncer. Esto reactivó en su mente la historia de Joy que ya conocía y que había borrado de su memoria por considerarla irrelevante. Kunath trató de localizar a Joy durante dos semanas hasta que dio con ella y le pidió que acudiera a su laboratorio para una prueba que se le acababa de ocurrir. La prueba consistió en tener un grupo de personas con Parkinson y un grupo de control, que llevarían puesta una camiseta blanca y que se pondrían para dormir y luego las devolvieran. Realizado el experimento, Kunath le entregó las camisetas a Joy para las oliera y les diera una puntuación acorde a 4 categorías: sin olor, con poco olor, con olor intermedio o con mucho olor.
Joy fue capaz de identificar de manera precisa cada camiseta. Al ser capaz de diferenciar la intensidad del olor, fue capaz de identificar quienes estaban en una fase más avanzada o temprana de la enfermedad. Su precisión fue asombrosa y sólo cometió un error, ya que identificó a una de las personas del grupo de control como paciente de Parkinson. Tener sólo un error era una precisión muy buena, pero meses más tarde, esa misma persona del grupo de control que fue diagnosticada erróneamente por Joy llamó a Kunath para decirle que tenía que modificar las conclusiones a las que llegó, porque acababan de diagnosticarle Parkinson y, por tanto, Joy había acertado al 100% de los enfermos.
Kunath publicó su primer estudio en marzo de 2019 e incluyó a Joy como coautora, junto con sus ayudantes. En esa investigación Kunath identificaba ciertos compuestos específicos que pueden contribuir al olor que Joy detectó en su esposo y otros enfermos. Las habilidades olfativas de Joy han abierto un nuevo campo de investigación. En estudios posteriores, los investigadores han conseguido localizar diez compuestos químicos volátiles relacionados con el párkinson y esperan encontrar una manera de diagnosticar el párkinson a partir de biomarcadores que se puedan detectar en el aliento o en la piel de las personas.
En junio de 2015, Les falleció a los 65 años. Los últimos meses de su vida los pasó ayudando a Les a escribir todos los comportamientos extraños que ambos recordaban buscando con ello encontrar síntomas que sirvieran también para alertar de manera temprana la enfermedad.
Escucha el episodio emitido en esRadio, en el programa Es la Mañana del Fin de Semana, el domingo, 14 de enero de 2024 aquí: Audio del programa
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